viernes, 19 de octubre de 2012

Te das cuenta, las cosas sólo ocurren una vez.




Días que empiezas de nuevo, días en los que vuelves a amar, días en los que las ganas de ser amada aumentan, días de ti, contigo o sin ti. Mañanas tristes y frías, me faltas, mañanas vacías, con tu huella en mi cama, y tu ausencia clavada. Tardas de chocolate y llanto, de esas en las que los pañuelos hacen de fieles amigos, tardes en las que brilla el sol por su ausencia, y las nubes se apoderan del poco azul que quedaba, tardes grises. Segundos que queman el corazón como alcohol en llamas, segundos que parecen eternos, segundos que no calman el alma, ni apaciguan el infierno. Noches sin pegar ojo, noches susurrando tu nombre, noches rojas, sueños negros, noches que hablan de fiesta y requieren paciencia, noches descontroladas, noches para ti y para mí. Noches en las que no sabes vivir.
Empezar de cero, colocar un pie detrás de otro, el cerebro antes que el corazón, la mirada ante el camino, la esperanza del futuro, el “que todo vaya bien”, arriesgarse a conocer, y a ser conocido, porque las cosas sólo pasan una vez en la vida. Mi vida, sólo fuiste una vez. Aprovecha y piérdete, olvida, sueña, y mantén los pies bien enterrados, confía sólo en tu sombra, aunque se apague el sol, ella estará, aunque no puedas verla, te sigue los talones, ella es fiel, no habla de ti, no intenta ir por delante, pero a veces tiene que hacerte ver que tú no eres la primera en todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario